La reciente publicación del libro “A bordo del Alfonso Pérez”, me ha hecho recordar una anécdota que me contó uno de aquellos presos, Eduardo Varela, en la sala de profesores del IES José María Pereda en cierta mañana primaveral a principios de los años 80, siendo yo un joven profesor de matemáticas y él un veterano profesor de la materia optativa E.A.T.P. Electricidad, que estaba preso en ese barco cuando tuvo lugar la matanza. Sucedió el domingo 27 de diciembre de 1936, a bordo del barco prisión Alfonso Pérez anclado en la dársena de Maliaño de la bahía de Santander. Nada más acabar un bombardeo aéreo de la Legión Condor, los milicianos ametrallaron y arrojaron bombas de mano en las bodegas donde estaban recluidos los detenidos. No hubo muchas víctimas pues los prisioneros se parapetaron tras colchones en los ángulos muertos. Un par de horas después se produjo la gran matanza. Llegaron otros milicianos, capitaneados por el comisario de Policia Manuel Neila, del PSOE, que, provistos de listas preparadas, mandaron subir de uno en uno a curas, militares y derechistas destacados. En cuanto subían les daban un tiro en la nuca. Después de acabar la lista, eligieron más victimas al azar. A mi compañero de claustro Eduardo, que entonces tenía 17 años, le preguntaron: “Tú, ¿qué eres?”; “Soy peluquero”; “Los peluqueros sois todos unos fascistas, así que para arriba”; “Bueno, el que es peluquero es mi padre. Yo reparto periódicos”; “¿Qué periódicos repartes?”; “Pues el Cantábrico, La Región, el Sol…, los que me piden, los que me piden…”; “Está bien, quédate”. Me decía que salvó la vida porque, en ese instante, le había iluminado el Espíritu Santo. Me impresionó la arbitrariedad de la vida y de la muerte que había entonces.
Después Eduardo estuvo en la veintena de reclusos elegidos para enterrar en Ciriego los 157 cadáveres de los presos; al finalizar presenció la disputa en la que los socialistas querían fusilar a los sepultureros, y los anarquistas se oponían con amenazas y el argumento de que ya habían matado a demasiados prisioneros. En esta ocasión salvó la vida gracias a los anarquistas. También me contó que, mientras cavaba, un compañero le advirtió de que el jersey que llevaba, a franjas blancas y azules, era de cierta congregación mariana; entonces se lo quitó rápidamente y siguió cavando con el torso desnudo. Al poco un miliciano le dijo que tuviera cuidado con ir así porque podía coger una pulmonía. Le asombró la incongruencia de preocuparse por un detalle de un preso cuando los habían estado asesinando en masa durante toda la tarde anterior.
Recuerdo el discurso de ingreso como doctor honoris causa de la Universidad de Cantabria del hispanista británico de izquierdas Paul Preston, de 2019, afirmaba que “mientras la provincia estuvo bajo control republicano, cerca de 1.300 derechistas fueron asesinados y muchos de ellos torturados por el jefe de policía Manuel Neila Martín y la gente de su checa” (otras fuentes afirman que los asesinatos de la izquierda superaron de 1450). También dijo en ese discurso que, en la provincia de Santander, posteriormente “1.267 personas fueron sentenciadas a muerte” por Franco (en torno a la mitad ejecutadas y la otra mitad conmutadas). “Otras 739 murieron asesinadas en los paseos extrajudiciales”. Habitualmente se ocultan o reducen los crímenes del Frente Popular, pero según Preston parece que hubo un número similar de muertos- mil y pico- por cada lado.
Aunque todavía perdura la pertinaz historiografía marxista, que minimiza sus crímenes y aumenta los del bando nacional, confiemos en llegar más pronto que tarde a una síntesis objetiva.