Un artículo de Javier Dale en la Vanguardia: La masacre del barco- prisión Alfonso Pérez en Santander

Un artículo de Javier Dale en la Vanguardia: La masacre del barco- prisión Alfonso Pérez en Santander

El 27 de diciembre de 1936, 157 prisioneros fueron asesinados en la trampa mortal de un barco-prisión: el <strong>Alfonso Pérez</strong>

El 27 de diciembre de 1936, 157 prisioneros fueron asesinados en la trampa mortal de un barco-prisión: el Alfonso Pérez.

Tras el estallido de la Guerra Civil, Santander se mantuvo leal a la República. Un hecho que causó cierta sorpresa, dado que la CEDA había obtenido en la circunscripción de Santander 77.000 votos en febrero de 1936 frente a los 61.000 del Frente Popular. Sea como fuere, la ciudad no fue un frente de guerra en julio, lo que no implica que la contienda no llegara a ella. Tan pronto como el 27 de ese mes, la Comisión de Justicia del Frente Popular comenzó a realizar “detenciones de prevención” entre la ciudadanía.

Con la seguridad de la ciudad encargada a un militante del PSOE, Manuel Neila, los arrestos y traslados a diferentes penales, como el de El Dueso, dieron comienzo. Entre los detenidos figuraban religiosos, ciudadanos de Santander y la provincia, y también veraneantes o estudiantes que habían acudido a la Universidad de Verano, actual UIMP, inaugurada por la República en 1932.

Según consta en los Archivos de Memoria Histórica ubicados en PARES, a las pocas semanas se resolvió que, “en cumplimiento de lo dispuesto en los apartados del bando publicado por el Comité de Guerra en 27 de julio último, esta Comisión de Justicia ha dispuesto que los detenidos en la prevención de la Guardia Municipal […] ingresen en esa cárcel provincial para su traslado al vapor ‘Alfonso B. Pérez’”.

Las órdenes tienen fecha de septiembre de 1936 y cifran en centenares los detenidos y trasladados. Hombres y también mujeres: la orden de 8 de septiembre de 1936 recoge el traslado al barco-prisión de Petronila Pombo Escalante, familiar del escritor y académico de la Lengua Álvaro Pombo. Este publicó en 2023 la novela Santander 1936, que recoge, entre otras circunstancias de la historia de la ciudad, la trágica jornada del 27 de diciembre.

En la misma orden se ordena el traslado al Alfonso Pérez de Ramón Bustamante Quijano, de 30 años de edad. Su testimonio de la vida en el barco-prisión quedó recogido en el libro A bordo del Alfonso Pérez, publicado en 1940 y reeditado recientemente en una edición coordinada por el doctor en Historia Contemporánea Alberto Vallejo.

El testimonio de Bustamante sirve para describir las condiciones de vida en el cautiverio. Distribuidos en las cuatro bodegas del barco, los centenares de presos –“detenidos de prevención”, pero sin acusación ni defensa, ni juicio a la vista– duermen en colchones permanentemente húmedos, con pocas posibilidades de salir a cubierta y sometidos a una dieta magra (pan viejo, sopa aguada y un arroz apelmazado) que pronto genera enfermedades.

Conviene recordar que, al inicio de la contienda, los medios de comunicación quedaron bajo el control del bando dominante en la zona y se convirtieron, para ambas facciones, en herramientas de propaganda. Ocurrió con El Cantábrico, por ejemplo, que en mayo de 1937 titulaba: “La gloriosa Aviación republicana bombardea, con precisión, al acorazado rebelde ‘España’”. El barco fue hundido, sí, pero no por la aviación, sino porque chocó con una mina.

Sobre las 13:00 horas del 27 de diciembre de 1936, el cielo de Santander se pobló de cazas nazis. Dieciocho en total. Fue un raid que, aunque afectó a instalaciones estratégicas, golpeó principalmente a diferentes barrios de la ciudad, en absoluto calificables como objetivos militares. Lo primero fue consecuencia de lo segundo: si no hubo “precisión” en el hundimiento del acorazado España y sí propaganda, en aquel bombardeo tampoco hubo “precisión” y sí sangre civil derramada.

En el Alfonso Pérez, según recoge el relato de Bustamante y los testimonios posteriores de los supervivientes, se instaló el miedo. Minutos después del fin del bombardeo, una muchedumbre se dirigió al vapor con el ánimo de hacer justicia. Lo que lograron fue aumentar la dimensión de la tragedia.

Se ordenó a los prisioneros formar en el centro de las bodegas. Asustados por el tumulto, los presos no obedecieron: se desplazaron a los laterales y trataron de protegerse con los colchones. Por los accesos del casco a las bodegas empezaron a llover granadas y balas. Las explosiones, contenidas por las paredes metálicas, causaron decenas de muertos. Las balas, que rebotaban al azar, herían y mataban. Los responsables de la seguridad del barco dejaron hacer a los asaltantes durante unos minutos antes de frenar la masacre y evacuar a la masa.

Esa misma tarde, una compañía miliciana vinculada a los socialistas se personó en el Alfonso Pérez con varias listas de nombres, a los que fueron convocando. Fueron asesinados más civiles, religiosos y estudiantes. Así hasta 157. Una veintena de presos fueron sacados del barco para cavar y trasladar los cadáveres a una fosa común del cementerio de Ciriego. Al terminar la tarea, la milicia socialista quiso eliminar también a los enterradores. Solo lo impidieron las negativas y amenazas de los milicianos anarquistas.

Sin embargo, la herida del 27 de diciembre de 1936 no se ha cerrado. En los últimos años, al abrigo de la Ley de Memoria, las asociaciones Héroes por la República y Desmemoriados han reclamado tanto al gobierno municipal como al autonómico un monumento que recuerde a las víctimas del bombardeo alemán. Una norma, por cierto, que decayó en Cantabria en noviembre de 2024. En el preámbulo del decreto se denuncia la ley –derogada con los votos de PP y Vox–, señalando que “resulta muy revelador que […] el asalto al buque-prisión Alfonso Pérez por parte de los integrantes de una ‘checa’ con un balance de 156 fallecidos, ocurrido el 27 de diciembre de 1936, ni siquiera aparezca mencionado en el preámbulo […]”.

Pronto se cumplirán noventa años de los hechos del 27 de diciembre de 1936 en Santander. Y no pasará mucho tiempo más hasta que nadie pueda contar, en primera persona, el horror que se vivió en la ciudad ese día. Con los años, víctimas y verdugos de ambos bandos se encontraron en la cotidianidad de una ciudad mediana de provincias. Y los estudiantes de medicina, ya médicos, que atendieron a los heridos en aquella jornada, en el Barrio Obrero del Rey o en el Alfonso Pérez, sanaron, pasados los años, a los verdugos, con compasión y sin bandos. Pero el ejemplo resultó insuficiente.

https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20250424/10599697/bombardeo-venganza-guerra-civil-masacre-barco-prision-alfonso-perez-santander.html

Compartir en redes sociales